lunes, 4 de febrero de 2019

EL CAFÉ, DE ETIOPÍA AL PERÚ

El café, ese rico antioxidante de agradable aroma, es el cuarto producto de exportación del Perú, después de las uvas, paltas y mangos, y por encima de los espárragos y la quinua. Entre los beneficios del fruto del cafeto, así se llama el árbol que produce el grano del café que llega a los 10 ó 12 metros. Entre los beneficios de este grano tostado está que nos mantiene alerta, nos ayuda a quemar grasas, mejora nuestro rendimiento físico, contiene nutrientes esenciales, disminuye el riesgo de padecer diabetes y disminuye la posibilidad de sufrir enfermedades neurodegenerativas.
El café se puede tomar en cualquier hora y en diversas formas como el espresso, exprés o solo; o el capuchino, americano, caffe latte y café con leche. Si lo prefiere puede tomarse un café au Lait, café moca (Mokaccino) o caramelo macchiato.
El grano del café tuvo su origen en los territorios de la actual Etiopía, cuando se llamaba Abisinia, en el continente africano. El grano aromático inició su conquista del mundo a partir de su expansión por los pueblos árabes hacía Europa.
La historia cuenta que su llegada al continente europeo a partir del siglo 17 fue lo que le permitió ser considerada casi una bebida transformadora del cuerpo y la mente.  Algunos consideran que su consumo, en sustitución de las bebidas alcohólicas, les dio a los europeos el estímulo necesario para emprender transformaciones intelectuales, sociales y hasta políticas.
El café fue introducido por inmigrantes franceses en América Central a principios del siglo XVIII, pero luego los holandeses extendieron su cultivo hacia América del Sur. El cultivo de café permitió una ampliación de la frontera agrícola en varios países americanos y fue un factor determinante para el crecimiento de la población en terrenos que antes tenían escaso valor.
Para mediados del siglo XVIII el café ya era producido en Chanchamayo, Moyobamba, Jaén, Huánuco y Cusco, para el consumo local y para la exportación a Alemania, Chile y Gran Bretaña.
Según un artículo del diario “El Mercurio Peruano”, el primer café de Lima fue abierto en 1771. Su dueño era el señor Francisco Serio y estaba ubicado en la calle Santo Domingo, en la cuadra 1 del jirón Conde de Superunda, a pocos metros de Palacio de Gobierno. Un año después se abrieron nuevos negocios en las calles La Merced y Los Plumereros.
A partir de 1850 Chanchamayo tiene un ritmo constante de producción cafetalera, cuya difusión fue gracias a los sacerdotes jesuitas y alcanzó sus más altos niveles a partir de 1880. Posteriormente, la caída visible de los precios desencadenó la debacle de la economía del país que fue más álgida a partir de 1902 y se recuperó en 1910. En esa época los precios internacionales del café permanecieron altos y estables hasta 1920, lapso que coincidió con la alta producción de los cafetales.
En la década de 1930 el valle de Chanchamayo se consolida como una zona cafetalera con instalaciones que permitían procesar mayores cantidades de granos, garantizando una calidad uniforme. Simultáneamente, compañías formadas por capitales ingleses recopilaban y comercializaban la producción de café del valle del río Perené, que incluía Chanchamayo, Tarma y La Merced.
Durante el período de 1950 a 1960 se consolida el cultivo del café en mérito al esfuerzo conjunto de empresas productoras y exportadoras que alcanzaron reconocido prestigio internacional. Sin embargo, la reforma agraria de 1968 afectó enormemente el desarrollo de la agricultura peruana, eso determinó la aparición de pequeños caficultores que la actualidad constituyen el grueso de los productores de café en el país.
Las convulsionadas décadas de los 80 y 90 en nuestro país repercutieron también en la producción cafetalera. En los 80 las exportaciones se redujeron en un 50% y en los 90 los movimientos subversivos arrasaron con áreas de cultivo y destruyeron cooperativas. Hoy el café peruano es el primer producto de exportación en todo el mundo. 

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