Por Janet Mogollón Pérez / LIMA
El diccionario de la Real Academia Española define a la eficiencia como
la capacidad para realizar o cumplir adecuadamente una función.
Es decir, que una persona eficiente realiza su trabajo de manera positiva y lo
hace bajo estándares de satisfacción y felicidad, aún bajo presión. Una persona feliz hace con satisfacción su trabajo y encima
le pagan por hacerlo. Los dos conceptos “Satisfacción” y “Felicidad” son
palabras desconocidas y poco bienvenidas en la labor que actualmente realizan
las personas en sus centros de labores. Generalmente, las personas están siempre bajo presión para
lograr las metas institucionales y les falta tiempo para alcanzar, aún las
metas laborales, y peor es cuando no se realizan profesionalmente, yo diría no
se identifican con el trabajo que realizan.
En la industria financiera las metas de cumplir el número de
créditos colocados, de evaluar adecuadamente a los clientes, de ser
facilitadores y asesores en los negocios, de cumplir con el llenado de
formularios, de lograr convencer al superior de cómo se están realizando las funciones,
etc., si no se tiene la madurez emocional, difícilmente el colaborar realizará
su trabajo con satisfacción personal, menos ser feliz. En otras palabras, NUNCA
se pondrá la camiseta de la organización. Aquí no contamos el tipo de jefe que
tiene, que, según la experiencia, muchas veces no son los más idóneos para el
cargo.
En este aspecto hay que considerar dos criterios. El primero está
referido al buen trabajador que en la práctica es un excelente operario, tiene
experiencia y está familiarizado con los procesos en el trabajo que realiza.
Nombrarlo jefe podría ser contraproducente. El efecto que se pretende podría
ser todo lo contrario porque el “excelente trabajador” sabe mucho de los procesos
en el trabajo, pero desconoce cómo trabajar con personas. Dejará de ser un buen
colaborador para convertirse en un mal jefe. Todo dependerá de su conocimiento en
gestión empresarial y de la madurez emocional que tenga.
El otro criterio cuando el jefe no conoce el trabajo, menos
los procesos y, por lo tanto, exige metas no realistas. Hemos visto que, en el ámbito
de la industria financiera, los asesores de negocios tienen cuotas por colocar
a cómo dé lugar. Eso supone que el asesor por cumplir la meta no evalúa
correctamente al cliente, ignora sus antecedentes, no cruza información y
simplemente, coloca el crédito para cumplir con las metas. El resultado de ello
es incrementar la cartera morosa y alejar la cartera sana, promoviendo en
varios casos el sobreendeudamiento del cliente. En el tema del
sobreendeudamiento y morosidad, hay también responsabilidad del asesor de
negocios o analista de crédito, según el concepto que se maneja.
¿Entonces, cómo ser eficiente en el centro de trabajo?
Primero, todos (gerentes, jefes y colaboradores) deben entender quiénes son.
Tener la madurez emocional para asumir las diarias responsabilidades del
trabajo y saber manejar las diversas situaciones. Sobre este último punto, el
manejo de las situaciones se aprende, así como el manejo de las emociones. Antes
de contestar con el corazón, hacerlo primero con la cabeza. ¿Qué significa?
Pensar en lo que se hará y cuáles serían las futuras consecuencias. Es imaginar
los diversos escenarios.
Antes de decir un SI o No, se debe reflexionar acerca de lo
que se dice y a quién se le dice. No todas las personas reciben de la misma
manera las respuestas. También supone saber decir No, cuando la situación va
contra nuestros principios o lo que haremos permitirá la pérdida de dinero, que
también nos afectará.
Aún, en el hipotético caso, que todos vayan hacia una
dirección o tengan una opinión común y el colaborador sepa que su posición está
acorde con sus principios, entonces, debe saber decir No, y no dejarse llevar
por la mayoría. Siempre pongo como ejemplo lo que ocurrió hace más de 2,000
años. En esa época la mayoría (la democracia) decidió crucificar a una persona,
pero ahora todos sabemos que estaban equivocados y fueron manipulados por una
minoría. La mayoría no siempre tiene la razón. Lo mismo puede ocurrir con pequeños
detalles o situaciones en la actualidad. Aprendamos a decir NO.
La competitividad
Ser eficientes implica también ser competitivos. La
competitividad tiene varios componentes: know How (saber / conocimiento),
Expertise (pericia / habilidad), Experiencia, Feedback (retroalimentación),
entre otros conceptos básicos.
Entonces una ventaja competitiva se basa en la ventaja
comparativa. En esta última, todos son iguales y si se compara, alguien destaca
mas que otro. Probablemente, los colaboradores tienen los mismos años de
trabajo en la organización, pero algunos tienen iniciativa y no esperan que les
tengan qué decir cómo hacer las cosas.
Aparte de la iniciativa, toman decisiones en el acto que
garantizan continuar con los procesos y no interrumpirlos para pedir
autorización, cuando se pueden tomar decisiones en el acto, obviamente
correctas. Hay “jefes” que les gustan que todo les consulten a ellos. Son
personas ineficaces que lo único que hacen es detener los procesos. Muchas buenas
iniciativas quedan en sus escritorios y nunca se realizan porque esos “jefes”
no saben tomar decisiones.
Cuando se mira la ventaja comparativa en términos,
precisamente de comparación, se observará que las virtudes que sobresalen hacen
que unos sean más dinámicos, sepan tomar decisiones y tomen la iniciativa. Eso
en sí es ya una ventaja competitiva. La ventaja competitiva supera al “común”
de las personas. Los hace singulares y especiales al mismo tiempo. Son líderes
naturales. Ahora, entiendan que todo ello se aprende. Se puede nacer con
algunas habilidades, pero todo se aprende en la vida.
Ahora que se habla del coaching, el periodista César Sánchez
Martínez, coach peruano, en su obra “Liderazgo Integral” afirma que “El liderazgo tiene en su naturaleza misma
semillas como la confianza, la iniciativa, el orden y los controles internos.
También la vitalidad, el buen gobierno corporativo, el conocimiento de las
tecnologías de la información, la metodología y el buen uso de las herramientas
de gestión”. Obviamente, estamos hablando de un liderazgo orientado hacia la
organización empresarial.
Pero también, el
líder tiene valores y principios innatos, inherentes a su naturaleza como la
transparencia, autoridad, entusiasmo, entrenamiento, lealtad, empatía y simpatía.
Todo ello se aprende en el camino, aunque en algunas personas, es más fácil
detectarlo aún desde niños. En la vida todo se aprende.
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